Altillo

Juan Ignacio Orlievsky
6 min readMar 16, 2021

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No importa por cuantos métodos uso en cuarentena, él todavía ve a esta etapa suya como la más dormida creativamente. Cuatro, cinco, seis, que sean los meses que quiera, su lamparita volverá a prenderse cuando pueda respirar aire fresco, sonreír por dentro y emprender alguna de esas vueltas en bicicleta por su Ciudad Jardín querida, viendo si en la vuelta rutinaria encontraba algo en la calle para llevarse a su “refugio”, sin importar lo que hiciera luego con eso. Tan solo con jugar a imaginarse de quiénes eran, el pasatiempo estaba hecho. Aunque podría hacerlo en estos días, la gente dejó de tirar tanta chatarra como antes. O al menos esa excusa encontró para justificar su cancelación del plan.

Si le preguntás a qué se dedica él te dirá “Pinto y a veces enmarco”. La verdad es que poco pinta en la actualidad y el boom palermitano de los marcos ​nórdicos le sacó adelante una vida económica que pasó por la destrucción, junto a una colección de proyectos frustrados que su cabeza hace años empezó a apilar a modo de altillo, de esos que se suele entrar sin querer cerrar la puerta. Hernan es tan fiel a su arte, que hacer ese tipo de trabajos para quienes solo ven a los cuadros como una decoración le daba la sensación que su dinero era sucio, como si se tratase de una serie de narcos. Aborrecía esas impresiones A4 con la tinta corrida que traía una generación que nunca se interesó en tener a un verdadero artista en sus narices.

Los últimos días de Hernan fueron duros. No pinta desde que enviudó, pero solo espera que este aislamiento termine para que vuelva a expresarse sobre un lienzo. No se le cruza por su cabeza que quizás su encierro es otro y que este no tiene que ver con cuatro paredes, ni puede liberarse con un decreto. Es más fácil bucear por Facebook, donde de casualidad acaba de encontrar una minipimer como la que deseaba para su cocina. Qué loco. ¿Lo estarán espiando? No le importa, él apreta el link y lo compra. Si hay algo destacable de este hombre, es su impulsividad. Y así de rápido pintaba cuadrazos firmados con un garabato, que hoy en día solo se reproduce en recibos de Pago Fácil. Listo, un elemento más para lo que (quizás) sea su nueva vocación. Hernan está en un momento que valora cada cosa que le sale bien, como si todo se tratase de una puesta en escena para que eso suceda. Solamente un pan de masa madre sin quemarse fue suficiente para creer que ese cuartito de azulejos blancos será su nuevo atelier. Ahora empezaba el momento más ansioso: esperar el paquete. “Llega mañana” anunciaba un no tan común cartel de Mercado Libre, como si conociera de las ganas de aplastar comida que tenía el pobre hombre, quien ya se encuentra sentado en el sillón esperándolo. Ni el cliente con la lámina más grande le provocaba esta efervescencia a causa de la falta de vida en ese departamento. Cualquier cosa que venía de afuera sería algo con mucho más potencial que otro objeto con el que conviviría

Como si se tratase de un salto temporal entre las cosas destacables del encierro, suena el timbre. Faltaba poco para que el viejo hombre se olvidase de lo que estaba esperando.

- Ahí baj…
Escucha el cartero sin siquiera avisar quién era.

Baja él. Barbudo y con poco pelo, como si la distribución capilar se le hubiera invertido. Un jogging de tres tiras que parecía al caer y una remera, que de seguro era la primera que había encontrado para ponerse. Se veía impresionado, no porque era la primera vez que bajaba después de meses. Sino porque pasó tanto tiempo, que hasta el portero cambió.​¿QuélehabrásucedidoaGutierrez?E​sloquenolograpreguntarleHernanasu reemplazo, ya que no es bueno para las conversaciones. Con esa misma cara de pensativo, le abre al joven. Agarra la caja y, de forma esperable, empieza a abrirla mientras espera el ascensor.

- Son buenisimas esas eh
Suelta el nuevo sujeto de chaleco, haciendo que el ascensor tarde aún más.

- ¿Sí? Responde sin pensar.

- El otro dia a mi señora le regalé una igual. Son espectaculares. Pasa que está de moda ahora ¿Vio?

- Ah mirá… Bueno veremos.
Listo. Terminó la charla. Se acerca el ascensor.

- Y decime ¿A vos no te matan con el regalo atrasado en tu casa?

- ¿Cómo?
Ríe el guardia, como si supiera algo que el hombre todavía no se enteró.

- Y… el día de la madre fue la semana pasada. Salvo que haya perdido el almanaque, supongo que su señora se va a calentar.

- Nah, no creo…

Cualquiera que esté leyendo esto creería que fue por el apuro del momento. Que Hernan es un antisocial y carece de ese diccionario de palabras automáticas como “Es todo un tema” o “¿Qué se le va a hacer?” que no conducen a ningún lado más que a una segura y acordada finalización de charla sin rumbo. Pero no. Porque lo que viene escapa totalmente de cualquier lógica social.

- Ella es un poco anti de todo lo que sean días consumistas. Yo se lo regalo más como un mimo que por otra cosa.

El guardia asiente, aunque con pinta de que no entendió lo que quiso decir y el viejo se mete al ascensor luego de saludarlo con una sonrisa. Extrañaba hablar de alguien más que no sea él, mezclado con esa complicidad masculina de hablar de “sus señoras” como si se tratase de un grupo al cual por fin podía participar. Más fuerte que comprarse una minipimer

fue sentir eso que acababa de pasar y que no podría explicar ni en cien mil palabras. Terminó. Llega a su casa y la web amarilla lo recibe nuevamente con los brazos abiertos. Con muchas ofertas pero que a él, raramente, no le parecen una novedad. ¿O no es raro que a un pintor no le interese un atril de esos modernos más firmes que un roble? Esta vez buscaba en un sector nuevo para él: “Bebés y Niños”. Hasta los algoritmos más inteligentes se marearon con este volantazo digital.

- ¿Catorce luca’ el cochecito?
Va por el más barato y lo compró. Rápido de vuelta, pero esta vez se prepara un té negro y se para mirando por la pequeña ventana de su cuarto. Piensa un poco y se ríe cada tanto. Mientras tanto, sus ganas de cocinar parecen haberse olvidado de sacar de la caja al nuevo aparato. Ya hay otra cosa en camino

Timbre.
— Ya vo…

Otra vez lo monótono pasa rápido y Hernan baja a velocidad normal, aunque su paso parece querer adelantarse a la velocidad que realmente puede. Esta vez es otro joven pero el mismo guardia, el cual lo ve al viejo un poco más entusiasmado. Mientras le saca la caja al nuevo objeto, el metiche vuelve a comentar:

- Ah pero metiste regalo para todos. ¿Ganaste el Quini?

- Es para Joaquito este, mi nieto. Ahora con esto de la cuarentena se vino mi hija para acá y quiere empezar a pasear por el barrio.

Responde con total tranquilidad, como si todo lo relatado anteriormente haya sido mentira y esto real.

- Está bien.
Dice como si estuviera evaluandolo. Hernan sintió que pasó una prueba, una más. ¿De qué? No parece decirlo con su cara. Solo está contento, con un cochecito en sus manos que no le pertenece, al igual que la sonrisa en su rostro. Estaba siendo un tipo ajeno.

Así pasó por las narices del guardia una camiseta de fútbol talle XS, un kit de maquillaje, una silla gamer, una bici fija, una valija, entre otras cosas que ya ni recuerda. Siente que está en presencia de la persona más consumista de todas. Y aunque parezca un mandado con lo que piensa, eso lo mantuvo bastante filtrado. Para Hernán, esa relación, es la más genuina después de mucho tiempo. Está saliendo de él esa persona que siempre quiso ser en su vida. No importa los pocos metros cuadrados que quedaron libres en su “cueva”, el altillo mental de deseos se reprodujo en sus ojos. En forma de objetos a estrenar que pueden importarle genuinamente a cualquier persona, menos a él. Ahora su cabeza vacía y pulcra

para empezar a darle lugar a su primera obra artística después de tantos años. Mejor dicho la segunda, si contamos la vida que pudo dibujarle en la cabeza de un desconocido.

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